Posibles objeciones a financiar programas de salud global

Publicada el 13 de septiembre de 2021

En Ayuda Efectiva hemos decidido que el primer gran problema en el que vamos a trabajar es el de la salud global. Aunque pensamos que hay muy buenos motivos para esa elección, si queremos afrontar seriamente la pregunta “¿cómo podemos tener el máximo impacto positivo en el mundo?”, tenemos que estar dispuestos a considerar las posibles objeciones y a hacernos preguntas difíciles. En este artículo, examinamos algunas de las preguntas que podrían llevarnos a cuestionar si la salud debe ser una causa prioritaria.

¿Qué vida espera a las personas que ayudamos?

Una de las posibles críticas a las intervenciones de salud es la siguiente: “¿Qué vida espera a las personas cuyas vidas salvamos? ¿De qué sirve mejorar su salud si les espera una vida de pobreza? ¿No deberíamos atacar directamente las causas de la pobreza?”.

Se han hecho muchos esfuerzos para identificar y atacar las causas raíz de la pobreza. Sin embargo, no han generado conclusiones sólidas ni programas exitosos que podamos financiar a día de hoy. Esto no significa que no sea valioso continuar investigando y experimentando; pero, por ahora, no hemos podido identificar iniciativas con una evidencia de efectividad comparable a la de los programas de salud que vamos a financiar.

Por otra parte, mejorar la salud de las personas que viven en los países más pobres es un paso previo imprescindible para que puedan trabajar en la mejora de sus propias comunidades. Su comprensión y su conocimiento de los problemas locales son superiores a los nuestros. Parece adecuado que, como donantes, nos centremos en los problemas que estamos mejor posicionados para resolver, sabiendo que no somos, ni mucho menos, los únicos trabajando para mejorar las cosas.

Por último, nuestra percepción sobre la calidad de vida de las personas que viven en los países más pobres del mundo no es un buen indicador respecto al valor que tiene para ellos evitar una enfermedad o incluso la muerte de un hijo. Que no vayamos a igualar sus condiciones de vida con las nuestras no significa que el impacto relativo de nuestra ayuda no vaya a ser muy significativo.

¿Generamos dependencia?

En el mundo de la ayuda humanitaria, es frecuente la preocupación por dos potenciales problemas, relacionados entre sí:

  • Asistencialismo:
    ¿Estamos creando dependencia en las personas a las que queremos ayudar, al darles una solución "lista para consumir" en lugar de ayudarles a desarrollar su propia capacidad?

  • Falta de sostenibilidad:
    Si no creamos proyectos que se puedan mantener en el tiempo sin nuestra ayuda, ¿estamos asumiendo un gasto que no tiene fin y que no mejora la autonomía de los países en que trabajamos?

¿Son asistenciales nuestros programas de salud? ¿Generan dependencia? ¿Y qué ocurriría si dejáramos de financiarlos? ¿Puede ocurrir que los países en los que trabajamos no hayan desarrollado ninguna solución local, al contar con que otros se encargan del problema?

Hay varios motivos por los que pensamos que no estamos cayendo en el asistencialismo ni invirtiendo en iniciativas que nunca serán sostenibles sin nuestra ayuda.

En primer lugar, los datos demuestran que los programas de salud ayudan a los beneficiarios a desarrollar sus propias capacidades, con un retorno económico y humano enorme. Un buen ejemplo es el de la desparasitación masiva en escuelas. Un grupo de investigadores académicos, entre los que se encuentra el nobel Michael Kremer, lleva dos décadas midiendo el impacto a largo plazo de la desparasitación. En su último artículo académico concluyen que las personas que, siendo niños, recibieron entre dos y tres años extra de tratamiento, 20 años después tienen una capacidad de consumo un 14% mayor y unos ingresos por hora un 13% mayores.

En segundo lugar, todos los programas que financiamos se basan en la cooperación con los gobiernos locales. El trabajo de nuestros partners incluye prestar a los gobiernos el apoyo necesario para que puedan terminar siendo autónomos en la gestión de los programas. Un ejemplo:

Uno de los actuales objetivos de la Organización Mundial de la Salud es erradicar veinte enfermedades tropicales desatendidas de aquí a 2030. Solo será posible si los países afectados logran autofinanciar programas clave como la desparasitación. Con el apoyo de nuestro partner Evidence Action, Pakistán se está convirtiendo en un referente en la autofinanciación de sus programas de salud.

La abundante evidencia acerca del impacto económico y social de los programas de salud justifica que no los consideremos un gasto, sino una muy rentable inversión de futuro.

¿No deberíamos priorizar la educación?

La salud global parece una causa meritoria, pero ¿no deberíamos centrarnos en educación o algún otro problema igual de importante?

Si queremos maximizar el impacto de nuestras donaciones, es importante elegir su destino en base a la evidencia disponible. De lo contrario, corremos el riesgo de financiar programas que aparentemente tienen sentido pero, en la práctica, no obtienen los resultados esperados. GiveWell (el referente en la evaluación coste-efectividad de intervenciones en los países más pobres) explica que son pocos los programas que cumplen dos requisitos esenciales:

  • Que hayan sido estudiados rigurosamente, idealmente en repetidas ocasiones.

  • Que generen beneficios que serían generalizables si el programa se extiende a grandes números de personas (o, al menos, que parezca razonable esperarlo).

Entre los programas de salud global, sí encontramos excelentes oportunidades validadas por estudios rigurosos. Sin embargo, no ocurre lo mismo en otros ámbitos. En educación, por ejemplo, solo hay un número limitado de estudios que proporcionen evidencia de que los programas mejoren los resultados más valorados por GiveWell (ingresos, salud y tasas de matrimonio o fertilidad entre niñas adolescentes)1. Esto no significa que la educación no funcione o no sea importante: simplemente, a día de hoy la evidencia no está al mismo nivel que la de las intervenciones en salud.

Nuestras intuiciones sobre la efectividad de la educación pueden no coincidir con lo que nos dice la evidencia. Tal vez el ejemplo más paradigmático sea la experiencia del nobel Michael Kremer. Algunos de sus estudios encontraron que intervenciones aparentemente lógicas, como incrementar el número de libros de texto o reducir el tamaño de las clases, no mejoraban el rendimiento académico. Sin embargo, otras intervenciones, tal vez menos intuitivas, obtuvieron resultados sorprendentes. Por ejemplo, la desparasitación en escuelas mejora no solo el rendimiento académico, sino también los ingresos futuros de los niños tratados2.

¿Podríamos llegar a favorecer la superpoblación?

Desde un punto de vista global, podríamos pensar que una de las consecuencias de reducir la mortalidad infantil en países en que las mujeres tienen muchos hijos sería un crecimiento insostenible de la población mundial. Hay varios motivos para creer que no estamos en esa situación:

En primer lugar, la media de hijos por mujer a nivel mundial ha bajado de 5 hijos en 1950 a 2,5 en 2015. Podríamos sospechar que la reducción se concentra en los países más ricos, pero no es así. En África, por ejemplo, la media ha bajado de 6,6 a 4,6:

Media de hijos por mujer

En segundo lugar, la evidencia indica que las mujeres tienen más hijos cuanto mayor es la mortalidad infantil.

Por último, las previsiones apuntan a una estabilización de la población mundial a finales de este siglo3.

Financiando intervenciones de salud global, podemos tener un impacto transformador en la vida de muchas personas sin que ello suponga exacerbar la presión demográfica en los países con menos recursos.

Nuestra conclusión

Pensamos que los programas de salud global que financiamos, lejos de ser asistenciales, son la mejor inversión en el capital humano de los países más pobres.

La salud global es un problema en el que podemos tener un gran impacto positivo con un coste muy pequeño: hay pocas áreas en las que la evidencia sea tan clara respecto al bien que podemos hacer. Tras considerar seriamente las posibles objeciones, seguimos pensando que, como donantes, financiar los programas de salud más efectivos es una excelente oportunidad de impacto positivo.


  1. GiveWell, Education in Developing Countries 

  2. Aunque GiveWell recomienda la desparasitación como una de las intervenciones con mejor relación coste-efectividad, no dejan de ser muy claros respecto a las limitaciones de la evidencia disponible

  3. Existen algunas críticas a esta conclusión. Una de ellas se basa en el impacto que tendría un posible factor hereditario en la fertilidad. Otras parten de la posibilidad de que la fertilidad en África subsahariana no se reduzca según lo esperado debido a factores sociales como el acceso de las mujeres a la educación o la extensión del uso de anticonceptivos. 

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