Por qué donar más y mejor

Pablo Melchor
Presidente, Ayuda Efectiva
Si te consideras una persona solidaria, es posible que dones unas decenas de eurillos al mes a una o varias ONG. Puede que sean las organizaciones con las que colaboras “desde siempre”, sin saber muy bien por qué. Tal vez la de aquel chaval medio simpático y medio pesado, con un chaleco llamativo, papel y boli, que te acorraló en un centro comercial para pedirte tus datos y número de cuenta. También puede que vieras un documental, un anuncio o asistieras a una charla sobre una tragedia (o que la hayas vivido de cerca, en tu familia): la historia o situación te conmovió y decidiste ayudar.
Por el contrario, es posible que hayas decidido que no te puedes fiar de ninguna ONG, que el dinero se queda por el camino o que no sirve de nada. Si sigues leyendo, espero conseguir que te plantees sustituir el escepticismo por exigencia.
Si eres de los que sí donan, es probable que la cantidad sea bastante aleatoria. Sabemos lo que cuesta un iPhone o por dónde puede andar la cuenta en un restaurante, pero ¿cuánto es “normal” donar? Tal vez dones un poco más que antes porque te hayan presionado por teléfono para que subas tu cuota —una experiencia bastante incómoda—. En cualquier caso, no tenemos referencias sobre cuánto donar porque, a fin de cuentas, ¿qué es lo que estamos comprando?
Si te preguntan exactamente qué consigue el dinero que donas, lo habitual es que no lo tengas nada claro. Si además te preguntan, ya para nota, si crees que esa donación es la que maximiza tu impacto, probablemente no sepas ni por dónde empezar a procesarlo.
Todos hemos estado en esas situaciones. Donamos a causas prácticamente aleatorias, cantidades aleatorias, por motivos aleatorios y sin saber qué impacto conseguimos. Podríamos decir que hay espacio de mejora :-)
Quiero proponerte que te replantees todo esto desde el principio. No voy a contarte dramas para hacerte sentir mal ni intentar arrinconarte con armas de persuasión publicitaria o técnicas de venta. Lo que voy a hacer es compartir contigo los argumentos que a mí me han convencido para donar más y donar mejor.
Por qué donar más
La forma habitual de recaudar dinero es contarte una historia triste. Despertar en ti una emoción (ya sea pena o culpa) para que, en ese mismo instante, quieras hacer algo para sentirte mejor. Idealmente, hay que contarte la historia de un niño en concreto porque, por el efecto de la víctima identificable, donarás más que si te explican que hay cientos de niños en su misma situación. En nuestra mente (preparada evolutivamente para sobrevivir en grupos pequeños), la historia de doce niños atrapados en una cueva activa la empatía muchísimo más que saber que cada año mueren cientos de miles de niños por enfermedades prevenibles y curables como la malaria.
Sin embargo, que tengamos ciertos sesgos y tendencias no es un motivo para dejarnos llevar por ellos. Hay razones muchísimo mejores para donar que reaccionar ante una emoción pasajera:
1. Somos mucho más ricos de lo que imaginamos
¿Alguna vez has pensado qué harías si te tocara la lotería? ¿Cómo sería ser rico? Probablemente, das por hecho que “rico” es, sin ninguna duda, alguien que tiene o ingresa mucho más que tú. Pero, ¿qué pasaría si te comparases con toda la humanidad? Si ordenásemos a todos los humanos vivos hoy por su nivel de ingresos, ¿en qué posición del ranking estarías?
Un español medio, con unos ingresos anuales de en torno a 19.000 euros netos, está en el top 5 % del planeta. En otras palabras: con 19.000 euros, ingresas más que el 95 % de la humanidad. Podrías pensar que se debe a que las cosas cuestan mucho menos en los países más pobres… pero no: las cifras que te estoy dando son a paridad de poder adquisitivo. Hay diferentes formas de visualizar dónde estamos en el ranking de ingresos. Aquí tienes una:

Adaptado de Our World In Data, Income Inequality. Nota: La escala es logarítmica: cada escalón hacia la izquierda representa la mitad de ingresos.
En las sociedades occidentales cada vez se habla más de la desigualdad. Sin embargo, las comparaciones suelen terminar en la frontera con el país vecino. La realidad es que la mayor causa de desigualdad es simplemente en qué coordenadas GPS has nacido.
Antes te preguntaba si has pensado alguna vez qué harías si ganaras la lotería. La realidad es que, a quienes hemos nacido en países ricos, ya nos ha tocado la lotería, con un décimo que ni siquiera compramos: apareció en nuestro bolsillo. Siendo así, parece justo repartir algo del premio. La forma más fácil y eficaz de hacerlo para la mayoría de nosotros no es decir que todo es un desastre ni especular sobre cómo habría que cambiar el sistema sino, simplemente, donar una parte de nuestros ingresos (y donarla a organizaciones efectivas).
2. Tenemos una enorme oportunidad
Puede que te hayas fijado en una sutil línea vertical roja en la anterior gráfica. Es la línea de la pobreza extrema. A la izquierda de esa línea hay más de 800 millones de personas que viven con menos de 70 euros al mes (recuerda: a paridad de poder adquisitivo). Para entenderlo: es como si te dieran 70 euros el día 1 y te dijeran que, con eso, tienes que tirar hasta fin de mes. No hay más. Para ningún tipo de gasto. Sin excepciones. Lo que para un mileurista español es un 3,5 % de sus ingresos mensuales es lo que tiene para vivir todo el mes el ciudadano medio de República Democrática del Congo.
Podemos ver esto como un drama, pero también como una inmensa oportunidad: donando cantidades que no se notan en nuestro bienestar, podemos tener un impacto enorme en la vida de muchas personas. Sin embargo, solo lo conseguirás si, además de donar más, donas mejor.
Por qué donar mejor
Si los argumentos para donar más te resultan convincentes (tal vez tanto como a estas 9.000 personas), la siguiente pregunta es a qué donar. Ya hemos comentado que, en general, nuestras decisiones en este ámbito son bastante mejorables. Hay un motivo principal para empezar a donar de otra forma:
Las diferencias de efectividad entre programas son enormes
Puestos a hacer algo bueno, ¿importa mucho qué opción elijas? La realidad es que sí importa y mucho. Cuando queremos una nueva tele, comparamos muchas ofertas para hacer una buena compra. Si nos paramos a pensarlo, ¿por qué debería el ámbito de la ayuda ser diferente a todos los demás? ¿No habría que comparar?
En el mundo empresarial, tenemos claro que no todas las organizaciones son iguales. Sabemos que hay empresas extremadamente efectivas, otras mediocres y otras que funcionan verdaderamente mal. Que una organización no tenga ánimo de lucro no hace que nada de esto sea diferente.
Las ONG que consiguen un mayor impacto son las que eligen problemas grandes, solucionables y relativamente desatendidos y optimizan sus operaciones para lograr el mejor coste-efectividad a gran escala.
Probablemente nunca hayas oído hablar así de la ayuda humanitaria. Puede que pienses incluso que “suena muy frío”. A fin de cuentas, ayudar tiene que ver con la emoción, ¿no? El problema es que, cuando hablamos de personas que viven en pobreza extrema, con una mortalidad infantil 27 veces superior a la de España, lo importante no es cómo nos sentimos al ayudar, sino si lo que hacemos realmente funciona. La empatía puede ser el punto de partida, pero tenemos que complementarla con el uso de la evidencia y la razón para elegir las formas más efectivas de ayudar.
La conclusión es que “que algo suene bien” es muy mala guía si queremos ayudar todo lo posible: el coste de oportunidad de donar a boleo es muy alto.
Hoy es muy fácil donar mejor
Si tuviéramos que analizar individualmente cuáles son los programas más efectivos, sería simplemente imposible. Por suerte, existe un enfoque a nivel internacional que lleva más de una década dedicado a encontrar las formas más efectivas de mejorar el mundo: la ayuda efectiva.